Acá podés ver la versión en portugués.
"Nos dice la leyenda que, en los primeros días de Brasil, hace muchos y muchos cientos de años, muchísimo antes de la llegada de los portugueses, para los lados de lo que ahora es la ciudad de Río de Janeiro, vivía un gigante.
Cuidaba él de proteger a la tierra y a todos los seres que en ella vivían. De esta manera, toda el área de la Bahía de Guanabara libre estaba de cualquier mal que pudiera sobre ella caer.
Su enorme corazón, sin embargo, preparaba algo que el gigante no podría prever; enamorarse de una india de una de las tribus que la región albergaba.
Pero ya tenía ella a un joven indio en su corazón, a quien amaba ... Y, en detrimento del gigante, elige ella al indio.
No correspondido y abrumado por emociones humanas, el corazón gigante se cierra a la pequeña india, dejando de protegerla como debería y, cegado por los celos, no impide la muerte de su amada.
Al ver lo que había sucedido, Tupã, creyendo que el gigante no había cumplido su función, lo condena a mirar la bahía para siempre y en piedra su cuerpo convierte.
Hoy yace a lo largo de la ciudad un gran coloso que puede ser visto por cualquiera que llegue por mar.
Dicen los pescadores que, de vez en cuando, el gigante se despierta y camina por la ciudad. Para hacerlo, baja las nubes sobre su cuerpo para que creamos que todavía está dormido cuando, en realidad, camina a través de su antiguo dominio".
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Nací y crecí mirando la cabeza de este gigante, a la cual llamamos “Pedra da Gávea”. Todos los días de mi vida ella entraba (y entra aún), por la ventana de mi casa ...
En las curiosidades de mi infancia, fue mi padre quien avivó mis fantasías sobre la Piedra. Yo no entendía cómo el tipo del noticiero sabía todo lo que sucedía en la ciudad, y mi papá, sabio, enseguida me mostró lo obvio: el hombre de la televisión se sentaba justo al borde de la roca, y desde arriba podía ver todo; luego, iba a la televisión y lo contaba.
Mi papá contó también (probablemente lo escuchó de la boca de mi abuelo) sobre los días en que la piedra tenía cola. Señaló la parte superior de la roca y me mostró a un lado la cabeza de un león; corriendo con su dedo, me llevó al otro extremo y me dijo que esta era lo trasero del animal. ¿Y no es que parece mismo a un culito? ¿Pero dónde está la cola? Ah, la cola se cayó.
Sobre ella, siempre me llegaron leyendas, cuentos y teorías: fenicios, esfinges, el mundo interior, el diamante rosa de Roberto y las historias del gigante dormido que nunca pude ver.
Para mí era como una fantasía porque, en cuanto niños, nosotros veíamos al vecino transformándose en hombre-lobo, veíamos la higuera toda rascuñada por él, veíamos el “Saci Pererê” cuando adentrábamos a la mata, veíamos las pisadas de la “Mula-Sem-Cabeça” en nuestro jardín; pero del gigante, nada.
Un día, reuniendo material para una tarea universitaria, ¡me di de cara con él! Estaba entero, dominante, ileso. Tenía como marcos a la “Pedra da Gávea” como su cabeza; al Corcovado, como su falo y al “Pão de Açúcar”, como sus pies ...
Siempre estuvo allí, "acostado eternamente en cuna espléndida, al sonido del mar y la luz del cielo profundo".
Y me sentí un personaje adentro del cuento. Al final, llevo mi vida al pie de la cabeza del Coloso.
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